Uno va caminando. Encuentra algo que llama la atención. Una luz de atardecer amarillo entre edificios rosas, un pájaro muerto al borde de la banqueta, un viento oblicuo y suave que entreabre las ventanas de cortinas largas. Uno se detiene a ver esa belleza o atrocidad: se maravilla de la falta de significado de algunos sucesos y su inusitada intensidad. Como soy de carne, un tejido lleno de emociones, esas cosas pueden llegar a tener, mal puestas, hasta la capacidad de suscitar transformaciones espirituales.
Yo ya paso de esas ondas, pero la descarga de... ¿qué?, ¿adrenalina mística?, me cae bien.